martes, 12 de enero de 2010

Masonerías irregulares y dogmáticas

En realidad la masonería es sólo masonería, que no puede ser otra cosa que regular y adogmática. Si pierde su regularidad, es decir, si la correa de su transmisión iniciática es quebrada, deja de ser masonería, si es dogmática, es decir, si deja de basarse en los principios constitucionales de respeto absoluto a la libertad de conciencia y deja de buscar unir lo que está disperso, deja también de ser masonería. Dicho esto, puesto que hay organizaciones que se dicen masónicas pero a las que no se le reconoce una transmisión iniciática regular de los ritos que practican.
Como existen también organizaciones masónicas cuyos principios vulneran claramente los principios constitucionales de la francmasonería moderna, basándose en el dogma y la exclusión; debemos añadir estos dos adjetivos de regular y adogmática para explicar dos características esenciales y propias de cualquier masonería que se precie y distinguirla de las anteriores.
dogma. (Del lat. dogma, y este del gr. δόγμα).
1. m. Proposición que se asienta por firme y cierta y como principio innegable de una ciencia.
dogmático, ca. (Del lat. dogmatĭcus, y este del gr. δογματικός).
4. adj. Inflexible, que mantiene sus opiniones como verdades inconcusas.
Como decía, la masonería es, en si misma y debería ser siempre una institución adogmática, porque tiene en su misma constitución original un "ethos" del que bebe el pensamiento científico. En la antiguedad la ciencia se definía como Geometría que viene a ser un sinónimo de Masonería. Hablamos obviamente de categorías clásicas y no de ciencia o geometría en un sentido moderno.
Efectivamente, los primeros masones, constructores operativos, manejaban claves de funcionamiento basadas en la falsabilidad (si el arco estaba mal medido éste se caía). Eso le hizo ir adquiriendo una concepción de la realidad muy a menudo opuesta a los dogmas establecidos y, como consecuencia, conciencia de la injusticia y el valor del "saber" como medio transformador. Este "conocer" convertía a los masones en potenciales amenazas para le poder establecido. De ahí el secreto y también el pragmatismo de guardar las apariencias.
Este pragmatismo puede observarse muy bien en el contexto de 1723 en la primera Constitución de la francmasonería moderna, denominada “Constitución de Anderson” que después de hacer afirmación de rechazo del ateísmo, viene a decir que, si bien antiguamente se exigía a los masones seguir la religión del país en el que se encontraran, hoy se les exige sólo ser conformes a la religión en la que todos los hombres están de acuerdo, es decir, ser hombres probos y honestos"...
Sin embargo, como sabemos, años después, sobre 1760 un movimiento de reacción dentro de la Gran Logia Unida de Inglaterra, supuso una vulneración de este principio de adogmaticismo al establecer que "la masonería tiene su fundamento en la creencia en Dios, el Gran Arquitecto del Universo, en su verdad revelada y en la inmortalidad del alma".
Los criterios que impone en la actualidad la Gran Logia Unida de Inglaterra a aquellas otras Grandes Logias que desean verse reconocidas por ella incluyen entre otros como puntos fundamentales:
Los masones bajo su jurisdicción deben ser hombres, tanto ella como sus Logias no deben tener ningún contacto masónico con Logias que admiten a mujeres a la iniciación.
Los masones bajo su jurisdicción deben creer en un Ser Supremo.
Todos los francmasones bajo su jurisdicción deben tomar sus obligaciones sobre o a plena vista del volumen de la ley sagrada (es decir, La Biblia) o el libro considerado sagrado por el varón concernido.
Las tres "Grandes luces" de la Masonería, (es decir, El volumen de la ley sagrada, la escuadra y el compás) deben estar visibles cuando la Gran Logia o sus logias subordinadas están abiertas.
La discusión de religión y política dentro de sus logias debe ser prohibida.
Todo ello configura un espacio de regularidad que, desde el punto de vista de la Masonería Adogmática, entran en franca colisión con los grandes principios de tolerancia y universalidad establecidos desde la primera Constitución.
La Masonería Adogmática, por su parte, no impone ningún criterio de relación que se base en este tipo de imposiciones. Sus principios, si tomamos como ejemplo la declaración de uno de sus principales exponentes, el Gran Oriente de Francia, además de aceptar la regularidad de la iniciación femenina, reconocen a la Francmasonería como una:
"Institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva, la francmasonería tiene por divisa la búsqueda de la verdad, el estudio de la moral y la práctica de la solidaridad, trabaja por el mejoramiento material y moral, y el perfeccionamiento intelectual y social de la humanidad. Tiene por principios la tolerancia mutua, el respeto al prójimo y a uno mismo y la libertad absoluta de conciencia. Considerando las concepciones metafísicas como del dominio exclusivo de la apreciación individual de sus miembros, rehúsa de toda afirmación dogmática”. (art. 1 Constitución del GODF)
En relación a todo ello, podemos hablar de un primer modelo de Masonería Adogmática que considera que, en el camino del conocimiento de sí mismo y de la verdad filosófica, no deben establecerse límites a la conciencia del masón, respetando tanto las estrategias fundamentadas en una concepción espiritualista como las que se basan en la utilización exclusiva de la razón, y dentro de cada una de ellas y respectivamente, tanto las que adoptan la forma de un credo religioso como las de enfoque materialista. Dentro del marco descrito, que se corresponde con las Obediencias masónicas adogmáticas, el principio que mejor sirve al objetivo de la búsqueda filosófica es, por tanto, aquél que propugna la libertad absoluta de conciencia.
Al rechazar establecerse sobre ningún dogma previo, tienen en él cabida todas las concepciones, incluso las más extremas (las teístas y las ateas) con la condición de que acepten como válido el marco de la libertad absoluta de conciencia que propugna dicho modelo. Es muy importante subrayar que hablamos aquí de marcos de organización y no de posicionamiento doctrinario de las Obediencias. De forma que, cuando una Obediencia del modelo adogmático declara admitir en su seno a los ateos, no está ella misma como organización haciendo ninguna declaración de ateísmo, sino de respeto y valoración moral hacia todas las fórmulas de estudio de la realidad, se basen o no en una creencia metafísica.
En el extremo diametralmente opuesto encontramos el modelo que, poniendo como centro de la búsqueda de la verdad una doctrina religiosa específica, define las demás concepciones como imperfectas o erróneas y, por supuesto, mucho más si éstas se basan en una estrategia puramente racionalista. Este tipo de masonería se configura como un modelo de Masonería dogmática que en sus versiones más abiertas mantiene una posición ecuménica respecto a otras doctrinas religiosas afines, - por ejemplo validando las distintas corrientes cristianas - configurado como un espacio lineal en el que la búsqueda de la verdad es sólo posible a través de la asunción de un fideísmo religioso.
El modelo suave de esta concepción teísta, tiene como elemento clave el de la tolerancia religiosa. Dicho modelo establece como punto central de su estrategia la creencia en un Ser Supremo con el título simbólico de Gran Arquitecto del Universo. El modelo teísta no excluye desde luego el uso de la razón, aunque si le impone un límite, exigiendo a sus miembros la aceptación explícita de un principio trascendental o espiritual en su búsqueda filosófica.
Las estrategias exclusivamente racionalistas y, por supuesto, la de aquellos que se consideran ateos quedan excluidas del marco establecido por este modelo. Al contrario que en el caso de la Masonería adogmática, no hablamos aquí ya sólo del establecimiento de un marco organizativo sino también de un posicionamiento doctrinario que exige la creencia en un principio espiritual y rechaza toda corriente exclusivamente positivista como vía para la búsqueda de la verdad. Existe pues una masonería dogmática en el sentido:
Que da por firme y cierta la existencia en un principio trascendente, Ser Supremo o Dios, en el cual exige creer a sus miembros.
Que se manifiesta inflexible respecto a esta verdad que considera inconcusa, negando la condición de masonería regular e incluso el contacto masónico, con todos aquellos cuerpos que no den por cierta y exijan dicha creencia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario